Letras: La maquinita
- Julia Volonté
- 24 jul 2016
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 6 mar 2022
La maquinita
JULIA VOLONTÉ
Hacía varios días que andaba alborotada. Ella que en el pasado había tenido grandes gestas. Pero vivía desde hacía años en un ostracismo brutal. Poco era lo que se dejaba ver, a pesar de su peso como mujer pública en su época. Cuando recibió la invitación de Anita dudó. Pero era una invitación distinta. Anita era profesora de Historia y la convocaba a su escuela, un normal, a charlar con sus alumnos de cómo era la vida en su época. Ella imaginaba una entrada triunfal al colegio. Donde los niños la esperaban ansiosos. Y lo cierto es que el convite la tenía nerviosa.
Eligió para el evento un trajecito sastre como los que usaba en sus años de gloria. Y decidió que era momento de ponerse en la solapa el prendedor de bandera que tenía. La ocasión lo ameritaba. Su cabello como siempre tirante en un hermoso rodete, salió rumbo a la escuela.
Al llegar, le llamó la atención que la puerta se la abrió un alumno de unos 14 años. Cuando le explicó el motivo de su visita, el chico le dijo que él no sabía nada, que había paro de porteros y que se iba porque no tenía profesores. Subió las escaleras que conducían a la Secretaría y allí se encontró con un adulto que le volvió a explicar la razón de tan poca gente en la escuela, pero le dijo cómo llegar al salón donde daba clases la profesora Anita. Una vez allí, se asomó, ya que la puerta del aula estaba semi abierta, no tenía picaporte y no cerraba.
Anita la fue a recibir cálidamente. Los alumnos, bastante alborotados, algunos hablaban y la mayoría estaba con sus netbooks. Mientras ambas estaban en el frente del salón Anita pidió silencio y atención. Les explicó que La Señora venía a charlar con ellos y contarles cómo era la Argentina antes. La invitó a sentarse en una silla enfrentada a sus alumnos e hizo lo mismo. La mayoría siguió en lo suyo. Ella comenzó tímidamente a balbucear algunas palabras como mi época era muy distinta.
–Distinta ¿cómo? - Preguntó una alumna.
–Respetábamos y escuchábamos a nuestros mayores- dijo ella en tono firme. –A ver, ¿por qué no dejan un poco esas maquinitas y charlamos?- siguió. ¿Para qué usan las computadoras en clase?
-Para nada.- contestó un pibe del primer banco.
-¿Cómo nada? ¿Algo hacen?
-Bueno sí, chateamos en el Facebook.
Cuando se despertó estaba nuevamente en su cama, rodeada por Anita y su médico personal. Le dijeron que descanse que estaba muy estresada y que mañana iba a estar mucho mejor.
Ella pidió agua. Y luego la dejaron sola. Al cerrar los ojos se vio bella y lozana caminando por los pasillos del normal y en las paredes las hermosas inscripciones que decían:
En la Argentina de Evita y de Perón, los únicos privilegiados son los niños. SDA
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