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Letras: Figuras geométricas

Figuras geométricas


MARÍA CRISTINA TOBARES

Eran escaleras pintadas del arte callejero, subterráneas, aéreas, oscuras, otras tenues. Los zócalos rectangulares de una de ellas forma una imagen que al final, queda olvidada atrás, y por delante se queda la calle de cemento. Ancha, vacía y gris en la que caminé como un autómata hasta la próxima escalera. Una nueva, la mecánica, ubicada en la infancia. Allí estuve con mamá paralizada por el temor. Sin atrevernos a dar el paso. Papá y mis hermanos nos alentaban a subir. Pero nada…nos mirábamos con duda y miedo. Por fin, al cabo de unos cuantos minutos ambas colocamos los pies en el rectángulo resbaladizo de la escalera mecánica que nos llevó a la calle de cemento en Buenos Aires.


Otra vez el pavimento gris, otra vez vacía. Frente a ella la casa del Barrio, la de GUAYMALLÉN. Lejos del hogar de los abuelos. A ella ingresé para recrear la mímica de comenzar cada mañana bajando esa escalera de la vida, angosta, de granito y sin pasamanos. Encontré años, tras años, ordenados en círculos y deshaciendo la juventud. Una familia, la nuestra. La que sigue pegada en el mismo espejo de la pared y la luz de un farol blanco. Allí tantas remembranzas que en un instante pasajero vuelven para que las olvide.


Corrimos con guardapolvos blancos por la escuela primaria pública del Barrio. También por la secundaria, el normal “TOMAS GODOY CRUZ” frente a la plaza Independencia. La que estaba prohibida. Pasó y todo pasó. Luego, la facultad, elegimos por donde caminar y sostuvimos ese camino.


La espiral va ascendiendo en la memoria. Ella, vestida de novia, se sacaba fotos, bajó por la escalera hasta la puerta de calle y la miré fijamente, para nunca olvidarla, cual sirena blanca y bella.


Luego los niños vinieron a jugar en esa, nuestra escalera. Fueron chicos aprendiendo a leer. Ahora son grandes adolescentes. Pero el último usa pañales. Jugará a subir, bajar, a caer a levantarse y crecer.


Me alejé del hogar justo cuando el espíritu condujo a los pies a la escalera de la Parroquia SAN ANTONIO FERRER de GODOY CRUZ, en la que una amiga subió todos sus escalones uno a uno hasta el compañero de mil andanzas. Por último, de la fiesta salieron todos borrachos de noche y baile.


El remolino del tiempo se enredó en esas escaleras blancas y pasamanos dorados que desembocan siempre en oscuros pasillos. Donde las primaveras se deshojaron como margaritas en un me quiere…no me quiere. La juventud se fue aquietando y la soledad se agotó.


Algo se detuvo en la geometría de las palabras y la exactitud de lo que no lo es. Asciendo por otras escaleras, peldaño a peldaño. Para alcanzar algún paraíso, al que no se llega nunca por asalto. SDA

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