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Cine: "La piel que habito"


La perversión en estado puro: a propósito de "La piel que habito"

Ficha técnica:


Dirección: Pedro Almodóvar

Origen: España

Año: 2011


Guión: Pedro Almodóvar- Agustín Almodóvar (basado en la novela "Tarántula" de Thierry Jonquet).

Fotografía: José Luis Alcaine

Montaje: José Salcedo

Música: Alberto Iglesias

  • "Between the bars" (Chris Garneau), "Shades of marble" (Trentmoller), "Necesito amor" (Concha Buika), "Se me hizo fácil" (Concha Buika)

  • Paco Delgado y Jean- Paul Gaultier

Producción: Agustín Almodóvar y Esther García Rodríguez

El Deseo SA

Intérpretes: Antonio Banderas (Robert Ledgard), Elena Anaya (Vera), Marisa Paredes (Marilia), Jan Cornet (Zeca)

Sinopsis: El doctor Robert Ledgard ha creado con éxito una piel ignífuga. Él es viudo y su mujer falleció quemada. En su mansión, donde realiza sus investigaciones, retiene escondida a una joven llamada Vera con la ayuda de su empleada Marilia.



En esta propuesta sorpresiva de Almodóvar, oleadas de intensidad se receptan en todo su esplendor, en donde el realizador vuelve con toda su carga, y esta vez con una alta cuota de perversidad.


El guión, a pesar de estar basado en una novela, tiene la impronta Almodóvar. Y acá hay una alusión a su otro film "Kika": los hermanos en aquella, la madre y el hijo en ésta. El hermano en Kika, retrasado y violador, y el hijo abandonado y violador en ésta. La misma escena auto plagiada en forma acertada.


Con cuatro flashbacks, el director nos irá dando pistas de cómo se fueron sucediendo los hechos que desencadenaron la tragedia, al tiempo que vaticina una nueva tragedia, tal vez sorprendente, tal vez de final anunciado.


A lo largo de la trama, se darán a conocer los puntos de vista de los protagonistas Robert (Antonio Banderas) y Vera (Elena Anaya), de cómo se sucedieron los acontecimientos y de la manera en que está conformada la película: en distintas capas, y cómo estas capas se correrán como velos de a poco hasta que el espectador caiga presa de un descubrimiento fascinante y aterrador al mismo tiempo.


Cada personaje tiene su propia versión de los hechos y de esta manera obra y piensa en consecuencia. Su propia verdad. Y con ello llegará la tortura y el prólogo a la otra tortura.


La impecable narración va acompañada por una fotografía que no se queda atrás, actuaciones más que convincentes y un suspenso acorde que nos conduce por los pasillos lúgubres de la psicología. La música merece párrafo aparte. Totalmente cautivadora, es necesario mencionar la canción interpretada por Concha Buika, “Necesito amor”, que será la llave que desencadenará el malentendido.


Antonio Banderas, interpretando al malévolo Robert Ledgard, un perverso en estado puro, sigue siendo el chico Almodóvar por antonomasia, por más años que hayan pasado y continentes que se hayan atravesado.


No es la primera vez (ni será la última) que el cine recreará la historia de manipulación de cirujanos sobre la piel, experimentación sin consentimiento y vejación en el nombre de la ciencia y que la Bioética se ha encargado de repudiar una y otra vez en el ámbito de las prácticas médicas, pero que a veces lamentablemente se hace caso omiso a los reiterados pedidos. Ya en 1960, "Los ojos sin rostro" (de Georges Franju, Francia) nos hablaba de un abominable médico que secuestraba mujeres para usar su piel con el objeto de reconstruir la cara de su hija destrozada en un accidente. También es digna de mencionar al psicópata que desollaba en "El silencio de los inocentes" (de Jonathan Demme, EEUU, 1991) o "Victim" (de Matt Eskandari y Michael A. Pierce, EEUU, 2010) que pasó sin pena ni gloria por su estética poco creíble.


Y cuando nos encontramos en el medio de la película, viendo aturdidos tanta información, observamos con ojos más abiertos aún, que en Ledgard hay un gesto de abrazo hacia el ¿presunto? violador de su hija (no diremos más). ¿Qué nos está diciendo? ¿Acaso hay un perdón? ¿Se han redimido sus pecados? ¿Será tal vez, que la apariencia física es importante para el perdón? Evidentemente, un vínculo enfermizo ha nacido.


Finalmente debemos decir que esta película contiene moralejas. Nos enseña que a veces es peor vivir de cierta manera que morir en algún intento digno. Es aleccionadora porque nos muestra también que el arte salva y permite libertad. Y definitivamente, nos enseña que es fundamental para nosotros mismos, la propia identidad.


Ya lo dijimos, no diremos más. Véala, querido espectador. No se desilusionará. Tal vez me insulte si le parece muy violenta, pero no traerá aparejados otros efectos colaterales. SDA

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