Bienvenidos a la Resistencia- De porqué ver "La casa de Papel"
- María Julieta Escayola
- 22 abr 2018
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 6 mar 2022

MARÍA JULIETA ESCAYOLA
En otra oportunidad nos habíamos referido a Netflix como un lugar imparable donde se replantea la forma de ver contenidos audiovisuales como también un cambio en el espectador cda vez más exigente. Hoy los productos no pueden ser hechos así nomás. La plataforma lo sabe, por lo que decidió subir la producción española de Atresmedia y Vancouver, “La casa de papel”, para transformarla en la primera serie en lengua no inglesa más vista en la historia del on demand, y así convertirla en hito.
Pero para que aquello pasara, ha sido necesario buen material y un boca en boca persistente, sin dejar al azar ningún detalle, con un contenido atrapante y exquisito. Marketing sí, pero también sustancia. Reflexiones bien llevadas, varios toques de ironía y sarcasmo, situaciones desesperantes puestas al servicio de quien las mira, sin faltar a las fórmulas de éxito, pero sin descuidar tampoco las dosis de drama justas y los dilemas éticos puntuales.
“La casa de papel” se ha sabido nutrir de buena inspiración. A total conciencia, sus antecedentes no pueden ser otros que grandes obras maestras del género de acción y más específicamente de los robos a bancos y atracos varios. Desde el corte de pelo de Tokio, basado en el personaje de Matilda en “León, el profesional” (Besson, Francia, 1994), o su impulsividad casi idéntica de “Asesinos por naturaleza” (Stone, EEUU, 1994), pasando por las relaciones que hacen gala del juego del gato y el ratón, como en "El caso Thomas Crown” (Jewison, EEUU, 1968) y su remake (Mc Tiernan, EEUU, 1995), todo conspira a favor de la ecuación que favorezca el buen resultado. La confusión de los rehenes con las máscaras y los mamelucos es perpetrada en “El plan perfecto” (Lee, EEUU, 2006) y los nombres de los atracadores es similar a “Perros de reserva” (Tarantino, EEUU, 1992), así como la alusión explícita a “El golpe” (Roy Hill, EEUU, 1973) cuando El Profesor toca en el teclado la melodía de aquel film. De forma tal que, como en una sucesión de homenajes, se va conformando la historia sin dejar de tener bien en claro el ritmo vertiginoso al estilo de “Fuego contra fuego” (Mann, EEUU, 1995), “Punto límite” (Bigelow, EEUU, 1991) y su remake (Core, EEUU, 2015) o “Presidentes muertos” (Hughes, EEUU, 1995) y como no podía ser de otra manera, de “Bonnie y Clyde” (Penn, EEUU, 1967), que bien lo recordará Berlín oportunamente. Así también, la careta de Dalí nos recuerda a la de “V de Venganza” (Mc Teigue, EEUU- UK- Alemania, 2005), y cuya ficción fuera superada en la realidad por el movimiento de hackers "Anonymous" que la hicieron suya.
A todas estas características, se les suma la estética de superhéroes y comics, principalmente cuando se ha elegido el color rojo como emblema y símbolo. Porque repentinamente, nos encontramos analizando cada personaje como si estuviésemos leyendo las páginas de una historieta de “X- men”, o intentando desentrañar sus motivaciones, su ambigüedad moral, lo cuestionable de las acciones y la falta de maniqueísmo, lo que hace que sea cada vez más difícil juzgarlos. Lo único que nos quedará será empatizar con ellos o rechazarlos, narrativa que ya se vio con la serie norteamericana “Breaking Bad” (EEUU, 2008-2013).
Porque se ha pergeñado un plan de robo sin heridos, bajo el principio de no dañar a otro y sin relaciones interpersonales que pueda obstaculizar una planificación absolutamente racional. Situación atrapante, puesto que nos interpela en forma constante y nos para en seco, sobre todo en tiempos de escalada de violencia sin límites. Bueno, estos tipos los tienen. Y eso nos da algunos indicios para empezar a querer que les vaya bien en el cometido propuesto.
Sin embargo, podremos encontrar la dicotomía entre buenos y malos, cuando el juicio moral recae sobre la fuerza de la opinión pública como la verdadera heroína, convirtiendo a los atracadores en los “elegidos” dispuestos a acabar con la tiranía del villano dinero. Y es que desde el mismo momento en que se trata de una irrupción a la casa de la moneda para imprimir el dinero propio y sin marcar, habrá un claro planteo antisistema. De hecho, la figura de El Profesor encarnará a la Resistencia, basada en el concepto de los partisanos en la Segunda Guerra Mundial, lo que le da características épicas a algunas escenas.
Asimismo no dejan de estar presentes las acotaciones políticas e ideológicas, cuando se refiere a otros hechos históricos, como la emisión de billones de euros y la crisis económica de los últimos años en España, el referéndum o la toma de la Puerta del Sol en 2011. Y desde lo social no dudan en hablar sobre la desigualdad de oportunidades o cuestiones de género sólidamente relatadas, tanto desde la realidad de la inspectora Murillo como también desde la propia Tokio o Nairobi. Y qué decir de la complejidad de Mónica Gaztambide.
Desde lo cinematográfico, la serie es impecable. Al vértigo nuestro de cada día se lo mecha con buenas conversaciones y la voz en off de Tokio nos explica un poco más allá de la imagen, con primeros planos y cenitales que nos infunden todo tipo de sensaciones. El suspenso mediante el montaje será crucial y la música editada justo en el momento exacto se hará celestial ante nuestra percepción. Todo conspirará para que, capítulo a capítulo, escena a escena, la tensión vaya in crescendo hasta el estallido final. Y de pronto nos veremos parados, saltando de nuestros asientos de simples espectadores, cantando como locos “Bella ciao” y frunciendo el ceño de alegría o sufrimiento y sin saber por qué llegamos a esa instancia. Después recordaremos que es una ficción al fin y al cabo y nos volveremos a sentar.
Pero lo más importante, la verdadera clave de la serie, es la construcción de los personajes. ¡Aplausos para el guionista que ha sabido delimitar claramente a cada uno! La minuciosidad con que están descriptos nos apabulla. A medida que vaya transcurriendo la historia se irá descifrando su verdadera personalidad, y recién allí entenderemos el porqué de sus acciones. Sobre todo comprenderemos que las apariencias… verdaderamente engañan. Como la de El Profesor, que necesita ser racional para poder equilibrar su esencia pasional, o la de Berlín, que en su inmensa manipulación, hay algo de humanidad. Y por qué no la inmadurez que le atribuimos a Río, sin darnos cuenta que para estar allí se necesita lo contrario. Cada uno tiene su riqueza y se la ha sabido explotar. Porque es deber explicar que todo lo que ocurre en la trama, a lo largo de las 16 horas de proyección, se reduce a una cuestión sentimental. El amor es lo que ha movido todo. Amor de pareja, filial, fraternal. Y porque resistir también es amar.
Véala, no se va a arrepentir. Si ya la vio y le gustó, ¡enhorabuena! Estamos experimentando un momento histórico en el lenguaje audiovisual. Si no le gustó, no pasa nada, vea otra serie. Y si no sabe si verla porque ya hay mucha gente hablando de ella, animo a que lo haga, dele chance hasta el capítulo 4, al menos.
Damas y caballeros, bienvenidos a la Resistencia. SDA
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