top of page

Cine: "El discreto encanto de la burguesía"

Ser y parecer: hete aquí el gran dilema

El análisis que nos ocupa hoy sobre cine será esta vez, y de cara a un pleno 2017 soleado y agostino, un poco más pormenorizado que de costumbre y analizando no sólo el film en cuestión sino otros aspectos que contextualizan esta obra maestra del cine de Luis Buñuel.

Sobre el mismo Buñuel, volveremos más adelante.

Ficha técnica

Título: Le charme discret de la bourgeoisie

Dirección: Luis Buñuel

Producción: Serge Silberman

Guión: Luis Buñuel- Jean- Claude Carrière

Música: Galaxie Musique

Fotografía: Edmond Richard

Protagonistas: Fernando Rey, Paul Frankeur, Delphine Seyrig, Bulle Ogier, Stéphane Audran, Jean- Pierre Cassel, Julien Bertheau, Milena Vukotic, Maria Gabriella Maione, Claude Piéplu Muni, Pierre Maguelon, Francois Maistre, Michel Piccoli, Ellen Bahl, Amparo Soler Lea.

País: Francia

Año: 1972

Sinopsis: Don Rafael Acosta, embajador de Miranda; el matrimonio Thévenot; y Florence, la hermana de Madame Thévenot, están invitados a cenar en casa del matrimonio Sénechal. Pero Sénechal ha salido hacia otra cita. Como alternativa, se proponen ir a un restaurante cercano, pero al llegar se dan cuenta que el dueño del lugar ha muerto. A partir de este momento, las reuniones entre este selecto grupo se verán interrumpidas por una serie de eventos extraordinarios.

La película se enrola en el movimiento de vanguardia surrealista que combina una estructura narrativa fragmentada con momentos oníricos. Luis Buñuel es considerado el padre del Surrealismo en el cine, y su obra “El discreto encanto de la burguesía” describe una sátira sobre el capitalismo con marcados elementos de humor absurdos.

Las vanguardias surgen en Francia durante los años de la Primera Guerra Mundial (1914- 1918), aunque su origen se remonta a fines del siglo XIX con precedentes como el Simbolismo, el Expresionismo y el Impresionismo. Su origen surge del vocablo francés avant-garde, espíritu de lucha y confrontación que el nuevo arte del siglo oponía frente al llamado arte decimonónico o académico.

Los artistas vanguardistas se enfrentaron al pensamiento burgués. Surgirán, así, diferentes ismos (Futurismo, Dadaísmo, Cubismo, Constructivismo, Ultraísmo, etc.). Lo importante para estos movimientos y sus seguidores era abandonar los temas viejos que proponía la estética decadente y decimonónica, carentes de sentido y sin respuestas para el individuo nuevo. Se abordaba la renovación del arte y la pregunta por su función social.

Específicamente, el Surrealismo (“lo que está por encima del realismo”) es un movimiento artístico que postula la experiencia onírica y la práctica de enunciados “automáticos”. Intenta descubrir una nueva visión del mundo empleando mecanismos similares a los de la locura, las alucinaciones y las visiones.

El humor es una herramienta fundamental del Surrealismo. A él corresponde lo arbitrario y lo absurdo. Entre ellos se destaca el dramaturgo y poeta, Alfred Jarry, verdadero anticipador y visionario de las nuevas tendencias, cuya sátira “Ubú Rey” es demostración de humor surrealista.

Algunos partidarios del Dadaísmo, encabezados por el poeta y teórico André Breton, pensaron que las circunstancias exigían no sólo la anarquía y la destrucción, sino también la propuesta; es así como se apartaron de Tzara (lo que dio punto final al movimiento Dadaísta) e iniciaron la aventura Surrealista. Publicaron así, tres Manifiestos que sentarían las bases del movimiento.

En el primer Manifiesto [1] se presentan los principios del Surrealismo y se revela una particular técnica poética, una técnica general para su creación. El segundo Manifiesto plantea la importancia del surrealismo como concepción ética. Es un documento de un estado de espíritu, de un modo apasionado y viviente de ser testigo del mundo y de lo que en él acontece. El tercer Manifiesto significa finalmente un balance del Surrealismo en sí, y en su confrontación con el estado de la sociedad actual.

De la lectura de estos Manifiestos surge claramente que el Surrealismo no es simplemente una escuela literaria o artística, representa ante todo una concepción del mundo. En esa concepción los valores vitales son la imaginación, la acción creadora y el amor. Y los restantes valores sólo pueden realizarse cuando el hombre goza de la plenitud de su libertad.

En el desarrollo de los Manifiestos se encadenan ideas fundamentales de tipo general. Una es la desconfianza en los sistemas cuando se toman como objetivo y no como instrumento. Es fundamental una conciencia ética. Breton se revela como un moralista, porque lo es en la medida que se preocupa por el destino del hombre. El mensaje se extiende a quienes, pretendiendo luchar contra la tiranía del dinero, permanecen aferrados a los mismos esquemas rígidos y falsos del pasado, que coartan la libertad en sus dos ramas esenciales para la realización del hombre: la libertad de crear y de amar.

El director surrealista Luis Buñuel nos ofrece una agradable fotografía del ser burgués europeo en este film poderoso.

La atmósfera encantadora, el vestuario y la ambientación, nos transportan a un mundo deseable, atractivo y sensual. Los personajes, dueños de una visión absolutamente vacua de la realidad, se hacen querer. Justamente porque resuelven sus problemas de una manera optimista, elegante y sin mayores complicaciones. Es decir, no tienen idea de dónde están parados. Precisamente, la escena que se alterna a lo largo de toda la película, la de la caminata, nos demuestra que no se quedan quietos y avanzan. No se sabe mucho, ni ellos tienen muy en claro hacia donde van. Lo importante es moverse.

Los conflictos se desarrollan entre el realismo y lo onírico, entre lo tragicómico y lo absurdo. Y es la razón por la cual se vivencian las preocupaciones de una manera liviana, sin muchas cargas. Basta recordar la historia del obispo, quien resolverá su tragedia entre lo casual y lo espontáneo.

Es interesante observar que se mezclan verdaderos relatos de gran intensidad, con matices superficiales. A todos se les da el mismo tratamiento. La narración del soldado que ha matado a su padrastro se cuenta en la mitad de un té que no llega a tomarse. Un velorio en el restaurante no impide que el lugar esté cerrado. Las agudas reflexiones sobre la República de Miranda se hacen en medio de almuerzos y cenas infructuosas. Arrestos, interrupciones y recepciones diversas se mezclan todas en un compendio de discretos modos de obrar.

Se apreciará que no hay momentos de gran violencia, sino por el contrario, charlas diplomáticas y recatadas. Los envenenamientos y los disparos también se presentan moderados. Y que todo se desarrolle de un modo apacible ante los ojos de quien los ve. Elegancia, un poco de frivolidad e hipocresía, son necesarias para continuar.

La corrupción de los protagonistas forma parte de la normalidad en que se desenvuelven sus frívolos modos de vivir. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. Eso sí, la coincidencia nos hace comparar.

El espectador se percatará de que los personajes no tienen un devenir muy interesante, pero ellos creen que sí. De esta manera, veremos que en algunos aparecerá una paranoia injustificada. Aparentemente habría algo realmente inquietante en sus chatas existencias, lo que no es así.

Es de destacar también el tratamiento de las clases más populares. Sus propias tradiciones y modos de ver las cosas se interrelacionarán de una forma insospechada. Se podría pensar que el largometraje es una crítica descarnada a la clase media, pero no. Algunas miradas irónicas, la milicia medio desarmada, el descreimiento de la señora del carro o el jardinero homicida, muestran que las debilidades no sólo la tienen los burgueses, sino el ser humano sin distinciones.

Pero lo importante es parecer. Es mejor ser infiel bien vestido. Sino pregúntenle al religioso cuando es expulsado porque lleva ropa simple.

El factor aglutinante, que es la comida, no puede concretarse. Siempre se produce algo que interferirá en el gran placer que les proporciona estar reunidos. Se dirán mentiras y se fingirá un mundo perfecto. Esa cuota de sarcasmo hace más interesante aún la película. Como una obra de teatro en que los actores son los comensales. Tal como se muestra en una escena.

Igualmente la mirada es amable. Estos seres falsos en su identidad son empáticos y no producen repulsión. Queremos, finalmente, que puedan llegar a algún lado específico para comer tranquilamente. Y que allí, en el reposo mal entendido, puedan hablar de cómo vuelan los pájaros. SDA

[1] PELLEGRINI, Aldo, prólogo a Los manifiestos del surrealismo de André Breton, Buenos Aires, mayo de 1965, Editorial Argonauta, 2º edición, Buenos Aires, 2001, págs. 7-12.

Lista de publicaciones
bottom of page